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Misticismo en el mundo antiguo

Desde el anhelo de una pareja de campesinos por tener un hijo varón hasta la decisión de un rey para convocar a su ejército a la guerra, la magia ha ocupado un lugar importante en las creencias populares de las sociedades antiguas. En el presente escrito analizaremos el misticismo tanto instrumento de la elite para garantizar la cohesión social como un recurso de las familias campesinas para paliar su miserable vida.

Sacerdotisa de Delfos

Guerra y política

Si traspasas el Hatti, destruirás un gran reino fue lo que le dijo la pitonisa al rey Creso de Lidia cuando le consultó si debía enfrentarse a los persas en el campo de batalla. Confiado por el presagio, el rey lidio se dirigió hacia el este y fue derrotado, siendo su reino quien caería en desgracia. Este hecho fue recopilado por Heródoto en sus famosos nueve libros de historia, para referirse que la fanfanorreria y la superstición condujeron a la caída del rey. Al igual que lo sucedido con Creso, Plutarco cita el caso de Nicías, general griego que inició una expedición militar a Siracusa en el año 415 a.C. Sin embargo, al dedicarle una serie de sacrificios y libaciones a un eclipse lunar, le permitió a los siracusanos preparar su defensa y derrotar a los griegos.

 Más allá de la veracidad de los testimonios de Heródoto o Plutarco, podemos notar la importancia de los adivinos y oráculos en las decisiones políticas de un rey o un militar. Era una práctica común de parte de los reyes hititas recurrir a los rituales manticos, como la hepatoscopia y la ornitomancia, para prefigurar el éxito en las batallas. Para ellos, se trataba de un combate simbólico que anticipaba al combate real a través del uso de las armas. Si el presagio era positivo, formaba parte del aparato celebrativo de los reyes hititas donde el vencedor justifica su triunfo en función del designio divino. Porque no les bastan con vencer, sino de convencer a los sometidos que la razón estaba desde el principio del lado del vencedor.

Cruce del Rubicón por las tropas de Julio Cesar en el año 49 a.C.

 Cuenta la leyenda que en el Rubicón (año 49 a.C.), Julio Cesar se encontraba indeciso sobre si debía marchar con su ejército a Roma. En ese instante, apareció un flautista que, al son de su melodía, desapareció bailando en dirección a la capital del imperio. Algunos críticos sostienen que Cesar pagó con una bolsa de monedas de oro al músico para que llevase a cabo aquel espectáculo. Pero más allá si fue cierto o no, el hecho removió las creencias de los legionarios que, bajo un clima de algarabía y excitación, decidieron acompañar a su líder ante un nuevo episodio de la guerra civil romana.

 ¿Pero el uso de la magia solo se reducía al ámbito militar? En Babilonia, el uso de la magia podía tener un uso terapéutico donde el individuo podría recuperar la salud gracias a la intervención del dios Marduk, la principal deidad del panteón babilonio. Por otra parte, los funcionarios de alto rango recurrían a la hechicería para que un individuo reciba los favores reales o no fuese objeto de calumnias de parte de los arribistas. Del mismo modo, los sacerdotes egipcios elaboraban una serie de rituales para que los dioses protejan al faraón y no sucumba ante los peligros del caos, representados por la corrupción, la ambición y las calamidades. Claramente, para los sectores elitistas el misticismo era un dispositivo de poder y legitimidad de los gobernantes que, al mismo tiempo, cumplía un rol de unificar a los súbditos a partir de sus creencias.   

Magia y sociedad

Se cuenta que el rey asirio Asarhaddon era obsesivo a la hora de obtener información de los rituales manticos porque llegó a sus oídos un presagio negativo que ponía en riesgo su salud y el bienestar de su reino. Ante estas situaciones, los asirios recurrían a una práctica antigua: el rey sustituto. Un personaje asumía formalmente el reino mientras el rey se refugiaba lo más lejos posible para mayor seguridad y exorcizar todo mal que habitase en su cuerpo.  El pueblo incrementaba sus veneraciones que se traducían en mayores tributos. Sucede que la familia real era la pieza central del Estado asirio porque garantizaba la cohesión social de sus súbditos.  

En un documento del año 1550 a.C, un rey babilonio le dedica importante atención en su texto a las maldiciones y los símbolos divinos para coaccionar a la población a cumplir con sus obligaciones tributarias. Se puede hipotetizar que el uso de estos dispositivos podría significar un contexto donde el campesinado se resistía a tributar al fisco. Posiblemente, se debería a un incremento de sus deudas contraídas con el Estado. Algo similar ocurrió en el Antiguo Egipto durante el primer período intermedio (2181-2060 a.C), los textos de execración representaban la intervención mágica sobre las personas más odiadas por los campesinos: el escriba o recaudador de impuestos, los funcionarios reales y los prestamistas que provenían del seno de la propia aldea.  Hasta los esclavos romanos recurrían a los oráculos ante la incertidumbre de una posible venta o manumisión. 

 Podriamos afirmar que la magia representaba un objetivo por partida doble. Por un lado, era un instrumento de los reyes y elites para manipular la voluntad de sus súbditos, aceptar su destino y, por ende, continuar con sus labores cotidianas. Por el otro, cumplía un rol como válvula de escape de parte de los sectores subalternos que recurrían a cualquier medio místico con el anhelo de suplir su situación de pobreza y sojuzgamiento. Como sostiene Jerry Toner, a la larga el empleo de la magia posee la misma finalidad que las fabulas o los proverbios dentro del folclore popular: mostrar una sociedad dominada por el miedo, la hostilidad y la desigualdad. 

¿Un misticismo popular?

Entre los babilonios existía una práctica común de recurrir a oráculos o adivinos con el deseo de librar las fuerzas negativas que lo acosaban, Nos referimos a la envidia, el fracaso, la pobreza y la enfermedad. En el Antiguo Egipto, los monumentos en torno a Ra, buscaban exaltar su ojo, como una protección con los espíritus malvados y, especialmente, contra lo que actualmente conocemos como mal de ojo. A través de las cartas a los muertos, los egipcios se dirigían a los familiares difuntos para reclamar ayuda y resolver problemas de la vida cotidiana. Entre estas preocupaciones se encontraban la fertilidad del campo, un parto favorable, o evitar que caiga sobre el entorno familiar la envidia de aldeas vecinas. Entre los romanos el uso de amuletos y tablillas de maldiciones ayudaban a prevenir a las personas de problemas como las enfermedades hasta el amor y el dinero. 

La superstición ocupaba una parte significativa en la vida de los griegos. Por ejemplo, procuraban evitar la concurrencia a ciertos lugares considerados de mal augurio y en sus hogares poseían pequeñas efigies con su dios favorito.  Incluso la obra de Eurípides, Medea, la mujer es asociada con la brujería al recurrir a amuletos y sortilegios para proteger a su esposo, Jasón, para obtener el vellocino de oro. Para librarse del mal de ojo, los griegos sugerían escupirse en el cuerpo. Esta práctica fue apropiada por la Iglesia que durante el bautismo. Se procedía a escupir tres veces en honor a la Santísima Trinidad.   

Conjunto de Tabas elaborados por huesos de cordero

 El uso de los oráculos se asociaba directamente a una necesidad de intervención positiva sobre el azar. Justamente, los juegos de mesa y las apuestas eran uno de los medios recreativos más difundidos entre los sectores populares en el mundo antiguo. Se jugaba en las aldeas, puertos o los suburbios de las ciudades siendo las tabas y los dados los más famosos. Se trataban de prácticas que representaba la necesidad mantener cercana a Fortuna, la diosa griega del destino, y protegerse de aquellas fuerzas invisibles que consideraban nocivas. No es casualidad que las famosas palabras de Julio Cesar en el Rubicón hayan sido Alea iacta est (los dados estan echados).

 En el año 380 d.C., el emperador Teodosio declaró al cristianismo como religión oficial del Imperio. Por lo tanto, magos, pitonisas y hechiceros fueron considerados enemigos del Estado y, por ende, proscriptos y perseguidos. Sin embargo, la magia perduró como una sabiduría popular entre los habitantes. Una práctica que fue resignificada en función de mantener los lazos comunitarios y ofrecer un salvoconducto frente a la miseria y la opresión. 

Dedicado a Fausto Martin, profesor, historiador y amigo

Léase

Eurípides. (1986). Obras completas, vol. I. Editorial Gredos.

Heródoto. (1986). Los nueves libros de historia, Vol. III. Editorial Gredos.

Liverani, Mario. (2012). El antiguo Oriente, Editorial Crítica.

Moreno García, Juan Carlos. (2004). Egipto en el Imperio Antiguo [2650-2150 antes de Cristo]. Bellaterra.

Toner, Jerry. (2018). Sesenta millones de romanos. La cultura del pueblo en la antigua Roma. Editorial Crítica.

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