Existe una teoría según la cual el primer anarquista argentino fue un gaucho oriundo de la frontera “de los entrerríos”. El paisano habría conocido a Errico Malatesta en unos campos cerca de Bragado y la conversación, entre ginebra y cigarro, habría sido absorbida por una inundación. Tres días convivieron al interior de una iglesia rural y cubriéndose y acurrucándose para aguantar el frío; viendo crecer el agua y flotar las vacas; quemando tabaco y tomando de a sorbitos un aguardiente rancio hasta que el temporal se cansó. Malatesta todavía no manejaba muy bien el español, siquiera el cocoliche, pero dibujaba y gesticulaba con vehemencia. Nadie logra explicarse cómo, pero el criollo salió de la inundación convencido de las verdades libertarias.
Errico Malatesta (1853-1932) fue un anarquista italiano, considerado uno de los principales teóricos del anarquismo moderno.
Malatesta bramaba grave, agitando el brazo y dibujando figuras en el aire con sus dedos y el paisano asentía “aja, aja”. Malatesta refunfuñaba, enojándose con maría santísima y los magia merda, con el crucifijo y la virginidad de María, dibujaba el en el aire, saltaba, fumaba fuerte y zapateaba y el paisano asentía “aja, aja”. Así fue como el primer anarquista con sangre criolla nació, dicen algunos anarquistas centenarios de la mala vida porteña. De una casualidad. Quizás allí también nació el esperanto.
Pueblo rural inundado
El gaucho, una vez que había bajado el agua, salió disparado a predicar su nueva fe. Una fe laica y científica, decía. Se paseó por toda la zona agrícola regada de jornaleros que hablaban cualquier cosa menos lo que hablaba el gaucho; italianos de otras partes que siquiera se entendían entre sí, ucranianos, polacos, rusos, judíos, vascos, catalanes y alemanes del Volga, protestantes y católicos, judíos y vencidos. La situación se repetía, la lengua parecía no ser un impedimento. La predica era lo suyo; combinaba las ideas libertarias con versos del Martín Fierro y poemas populares. Acusaba que el voto cantado era una estafa para los humillados del campo y para la gente triste; hasta que unos punteros del Partido Autonomista Nacional lo pincharon hasta desinflarlo.
Pintura de Florencio Molina Campos (1891-1959)
Poco o nada dicen que se conoce sobre ese episodio del anarquismo. Un anarquismo que fue gaucho y hablaba en verso; experiencia de payadores y vagos obnubilada por la aparición de los obreros que empezaron a tartamudear al otro siglo. Los obreros de fábrica, no hablaban de corrido, menos aún de golpe y con seguridad, por eso no se entendieron con los gauchos. Por eso necesitaban silencios y pensar, recurrir a un delegado y hacerlo hablar. Qué habrá sido de ese período previo: solo especulaciones, solo teorías.
Autor: Jose Valente docente de historia de la Universidad Nacional de Chivilcoy, Buenos Aires.
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No arruines jamás una buena historia tratando de refutarla. Es de muy mal gusto, ninguna buena persona lo haría.
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