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ESTADO DE EXCEPCIÓN Y DICTADORES EN LA ANTIGUA ROMA

En la época moderna, intelectuales como Nicolás Maquiavelo, Thomas Hobbes o Jacques Rousseau, consagraron una serie de escritos que concebían al Estado de Excepción como el último recurso institucional para salvaguardar la Constitución de los noveles Estados nacionales. Por este motivo, se interesaron en las instituciones romanas y recurrieron a las exposiciones de Tito Livio, Salustio, Plutarco o Cicerón. De este modo, se fundó una tradición que llegó hasta la actualidad. Politólogos, juristas y filósofos reconocen que el Estado de Excepción es un instrumento necesario para garantizar el orden social. Esta idea fue representada Carl Schmitt, un reconocido teórico político alemán contemporáneo. Schmitt sostuvo que “la excepción es un concepto general de la teoría del estado que implica la facultad en principio ilimitada que tiene el soberano para dictar la suspensión del orden vigente en su totalidad”. La presente nota tiene como objeto acompañar al lector en un recorrido que se remonta a la Antigua Roma. Analizaremos las condiciones históricas y sociales que motivaron el surgimiento del Estado de excepción y el poder dictatorial con el deseo de alentar la reflexión y su crítica constructiva.


Pintura que representa el Senado romano (Fuente Wikipedia)

El origen del Dictator

 La tradición histórica sostiene que la idea de Estado de excepción surgió a la par con los orígenes de la República romana en el año 509 a.C. El Senado, a través de los cónsules, delegaba sus facultades resolutivas a un dictator para mantener el orden social ante situaciones de amenaza externa (rei gerundae causa) o sofocar una rebelión interna (seditionis sedandae causa). La transición de la monarquía a la república romana no se caracterizó por ser ordenada y, mucho menos pacífica. En ese lapso temporal abundaron los golpes de estado y las usurpaciones de poder que remplazaron la tradicional sucesión hereditaria entre reyes.

 Antes de la fundación de la República, la monarquía se había convertido en un objeto de disputas intestinas entre facciones encabezadas por caudillos o condotieri y sus servidores armados leales (sodales). Una vez en el trono, los reyes, en su gran mayoría advenedizos, intentaban legitimar su poder a través de la receptividad de los sectores humildes de la población lo cual despertaba la animosidad de las clases aristocráticas. Justamente, el historiador Tim J. Cornell sostiene que el cargo de dictator pudo haber surgido como una forma de legitimar un golpe destituyente sobre el rey de parte de los patricios, los aristócratas romanos. Ante este clima excepcional de vacío de poder, el dictator asumía temporalmente las funciones reales para restablecer el orden social, manteniendo los privilegios de los patricios en detrimento de los plebeyos pobres.   

El clavus annalis era un clavo de bronce que se fijaba para señalar los años que transcurrían. Los dictatores lo utilizaban como una ceremonia para alejar las calamidades.

 El fenómeno de los dictatores no se circunscribió a Roma. Las elites de las ciudades latinas (Alba Longa, Lanuvia, Aricia) optaron por destituir a los reyes y remplazarlos momentáneamente por dictatores. Es decir, estaríamos ante un movimiento de características antimonárquicas y, posiblemente, antitiránicas de mayor alcance territorial. Pero para evitar el resurgimiento de un tirano, desde el Senado se limitó la temporalidad de los dictatores. Es que la sola idea que una persona concentrase suficiente poder para reaparecer por el Foro acaudillado por una masa de plebeyos descontentos generaba escozor.

Faber est suae quisque fortunae

 El período de tiempo que va desde el año 367 al 287 a.C, transcurrió la mayor cantidad de nombramientos de dictatores. El Siglo IV se caracterizó por los realineamientos sociales y políticos marcados por las secesiones de la plebe en oposición a los patricios. Entre los principales reclamos, los plebeyos ricos exigían el acceso a los cargos públicos y legitimar este ingreso a través de alianzas matrimoniales con las familias patricias. Mientras que los pobres demandaban la condonación de la servidumbre por deudas (nexum) y una redistribución más equitativa de la tierra.

 Los reclamos de los pobres fueron atendidos parcialmente. Pero en el caso de los cargos políticos, se creó el tribuno de la plebe y los ricos fueron accediendo a las magistraturas, incluyendo el Senado. De esta manera, en el año 356 a.C tenemos al primer dictator plebeyo. Las características de este cargo le proveían a los jovenes plebeyos ricos de un trampolín social para avanzar en su carrera política gracias a la dirección de las operaciones militares o la aplicación decretos a favor de los sectores humildes para obtener una base de adhesión social.

La primera secesión de los plebeyos fue en el año 494 a.C (Fuente Wikipedia)

 El éxito de las campañas militares les proporcionaba a los adalides de la plebe un mayor prestigio social (dignitas). En el caso de los plebeyos pobres, la expansión territorial romana les ofrecía un canal para mitigar su pobreza a través de la entrega de algunas parcelas de tierra. A su vez, las conquistas proporcionaban el suministro de esclavos. Por ende, los dictatores plebeyos demagógicamente se jactaban de decretar la condonación de deudas cada cierto lapso temporal dado que la mano de obra esclava planteaba la obsolescencia del nexum. En estas situaciones, una frase de Apio Claudio se convirtió en un proverbio popular: faber est suae quisque fortunae (“cada cual es el artífice de su propia fortuna”).

 Estos hechos nos conducen a coincidir con Arnaldo Mommigliano. El historiador afirmó que el nombramiento del dictator podría tratarse de un dardo envenenado para la plebe. En una mano, los ricos tenían la posibilidad de amasar fortunas y alcanzar la cúspide del poder político. Pero en la otra mano, este ascenso implicaba una división interna dado que los dictatores debían tomar medidas opuestas a los intereses del conjunto de la plebe. Podemos citar el caso de Quinto Hortensio que, en el 287 a.C fue nombrado como dictator para sofocar una secesión de los plebeyos provocada por la situación de las deudas y la pérdida de propiedades.

 Sin embargo, las últimas secesiones de la plebe culminaron con la obtención de mayores prerrogativas a favor de los plebeyos ricos. En 339 a.C, se promulgó la Lex Publibia que limitaba el veto de los patricios a los proyectos de ley elaborados por los tribunos. Esta medida, que en principio coartaba el poder de veto de las clases aristocráticas, reflejaba un cambio social y político. Surgía una nueva elite cuyo poder dependía del ingreso a los cargos públicos y el abolengo en detrimento de la línea sanguínea. Se trataban de los nobilitas, caracterizada por la alianza entre los plebeyos ricos y el ala progresista de los patricios. El control de las magistraturas y la asamblea popular por esta nueva elite, el cargo de dictator fue pospuesto hasta nuevo aviso.

La dictadura de Sila

 La situación social volvió a estallar durante la República Tardía en el siglo I aC. En este caso, el clima de efervescencia política produjo un quiebre al interior de la clase aristocrática. Nos referimos a los dos bandos que se dividieron los nobilitas: los optimates (conservadores) y los populares (reformistas). El enfrentamiento entre ambos bandos dio comienzo a la guerra civil y planteó el resurgimiento del dictator para aplacar la conflictividad y mantener el régimen oligárquico. Los optimates eran partidarios de mantener el status quo, es decir conservar los privilegios de los nobilitas sin alterar el orden social. En cambio, los populares eran proclives de alcanzar un mayor prestigio político utilizando demandas de los sectores sociales de la plebe (el reparto de granos y la tierra), los empresarios conocidos como equites (exigían el acceso a las magistraturas) y las elites provincias o socii (reclamaban la ciudadanía romana). Creemos que Salustio acertó al definir tanto a optimates como populares que, a pesar de sus diferencias estratégicas, eran facciones pertenecientes a la aristocracia romana.

 El dictator resurgió bajo la figura de Lucio Cornelio Sila entre los años correspondientes al 82 y 79 a. C. Perteneciente al bando de los optimates y enfrentado a Cayo Mario (popular), Sila asumió pleno poderes del Estado con el objeto de afianzar el régimen oligárquico.  Mediante una serie de duros decretos reformadores, buscó fortalecer el Senado, donde residía el poder de los nobilitas. Recortó las responsabilidades del tribuno de la plebe y solo limitó las principales magistraturas a las familias patricias tradicionales. Incrementó las cargas tributarias sobre los assidui (campesinos propietarios) para solventar los gastos militares y abolió la entrega de granos a los proletarii (individuos sin propiedad y trabajo). Alrededor de 2000 partidarios populares fueron proscriptos, embargados y asesinados. En un discurso en el Senado, se inmortalizó la frase: “no hay de qué preocuparse, solo se estan cumpliendo mis órdenes”.

Reconstrucción de Lucio Cornelio Sila (138-78 a.C) basada en su busto que se encuentra en la gliptoteca en Múnich, Alemania. 

 Sin embargo, para ejecutar este programa de gobierno de mano dura, el dictator debió contar con una significativa base de apoyo. Geza Alfoldy sostuvo que, al igual que los líderes populares como Cayo Mario o Julio Cesar, Sila contó con un sector leal del ejército romano. Estimó que alrededor de 120 mil veteranos y 10 mil libertos oficiaron como una fuerza de choque. Su política excepcional incluyó la distribución de tierras a soldados en el este y la manumisión de algunos esclavos. Incluso, autorizó el ingreso al Senado de un pequeño grupo de equites leales a su facción, además de mantener sus tasas de cobro y reembolso.

La dictadura de Sila fue el reflejo de la oportunidad que le otorgó el contexto de inestabilidad a miembros hábiles e inescrupulosos aristócratas para representar a determinados grupos de interés. No obstante, la política de represión llevada a cabo profundizó los antagonismos sociales entre los nobilitas y la plebe urbana y rural. La guerra civil subió a un nuevo nivel cuando en a.C, Julio Cesar decidió cruzar el Rubicón en el año 49 a.C para derrotar al optimate de Cneo Pompeyo y proclamarse dictator perpetuo.

 La guerra civil puso la etiqueta de defunción a la República romana. Pero el temor al descontento y la violencia social de los sectores subalternos propició que optimates y populares cerrasen filas para favorecer el ascenso del imperator o emperador.

Carl Schmitt y los romanos 

 Las obras de Cicerón, Salustio o Egidio Romano inspiraron a Carl Schmitt. Estos escritos le proporcionaron la idea que existe una ley natural que rige el funcionamiento de las cosas. Pero también existe una ley especial que opera en los casos excepcionales, lo cual se requiere del ejercicio superior de algunos individuos para retornar al estado de naturalidad. Schmitt entendía que ese poder ilimitado del soberano puede permanecer latente, como un guardián que no entra en acción si no hay peligro.

 En este sentido, consideraba que el dictator romano era un recurso interesante dado que permitía mostrar la disponibilidad del soberano para intervenir como un poder extra-constitucional. Para el caso alemán, mencionó que el artículo 48 de la Constitución de Weimar otorgaba poderes excepcionales al Presidente de la República que, a modo del dictator, debía velar por custodiar y garantizar el orden social.  

De más está decir que Carl Schmitt fue uno de los principales intelectuales del Partido Nacionalsocialista y el régimen nazi. Sus escritos dieron el fundamento filosófico para la elaboración de la Gesetz zur Behebung der Not von Volk und Reich (Ley para remediar la dificil situación del pueblo alemán y del gobierno). El principal eje de esta ley, aprobada el 24 de marzo de 1933, fue facultar al reciente Canciller electo, Adolf Hitler, para ejercer las funciones correspondientes a los tres poderes. A través de esta potestad, se creó un Estado policiaco que liquidó los derechos laborales y cercenó las libertades democráticas en las vísperas de la Segunda Guerra Mundial.

Hasta la próxima…..     


 Léase

Alfoldy, Geza. (1996). Historia social de Roma, Alianza Universal.

Brunt, Peter. (1973). Conflictos sociales en la República romana, Eudeba.

Cornell, Tim J. (2000) Los orígenes de Roma, c.1000-264 a.C, Editorial Crítica.

D´Alessandro, Martin. (2012). “El estado de excepción. Egidio Romano como antecedente de Carl Schmitt”, Anacronismo e Interrupción

Mommigliano, Arnaldo. (1969). The origins of the Rome Republic, Baltimore, pp. 1-34.

Schmitt, Carl. (2005). Teoría de la Constitución, Alianza Editorial. 


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Comentarios

  1. Entonces, el estado de excepción y la dictadura permitirían los tres poderes autónomos y la democracia electa por sufragio universal (ya más parlamentaria o más presidencialista) mientras no haya condiciones que causaren conmoción interna de la sociedad y el Estado. Estos últimos sucesos cancelarían el velo de aquella "licencia" otorgada y el estado de excepción y la dictadura no visibles superficialmente serían revelados.

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