El 29 de agosto se celebra el día de los videojuegos, industria que se ha desarrollado de forma exponencial en las últimas décadas, la cual además suele asociarse a otras prácticas como el consumo de comic o manga.
El crecimiento de Internet ha llevado a muchos a preguntarse acerca del papel de las audiencias en estos rubros. Henry Jenkins teoriza un empoderamiento de las mismas que puede llevar a una co-construcción de los productos; los empresarios estarían más dispuestos a escuchar. En ocasiones, esta relevancia otorgada/ganada ha tomado caminos diversos, oscilando entre las expresiones de racismo y el apoyo a ciertos proyectos descartados por la industria cultural. Cómo sea, el papel de los consumidores está siendo fuertemente pensado tanto desde la academia como desde las empresas. En este envío me propongo reflexionar acerca del papel de otros actores respecto a este campo.
Ayer un senador conservador, hoy un ministerio: puntos en común entre ¿polos antagónicos?
Invito al lector a seguirme el juego por un rato. Un funcionario público llega a su hogar e interactúa con sus hijos. Curiosea en lo que hacen en su ausencia y uno de ellos le muestra un producto de la industria cultural. El adulto en la escena lo toma entre sus manos, lo observa y le invade un sentimiento de indignación que crece cuando cae en la cuenta de que tal producto es de consumo generalizado entre la juventud.
Haciendo uso de sus atribuciones, nuestro funcionario hace lo que mejor sabe: ejerciendo el don de la política hace que tal producto desaparezca de la escena, sea cercenado o su circulación limitada. Es aquí donde el juego que propongo se torna interesante: Si yo le diese a nuestros lectores a elegir…¿este funcionario representaría a una fuerza progresista o a una fuerza conservadora?
No tengo dudas que, en los tiempos que corren, la respuesta del internauta estará condicionada por sus simpatías (o antipatías) políticas. Lo invito a sorprenderse…
Mortal Kombat es, sin dudas, una franquicia de videojuegos que ha mostrado una vigencia notable, siendo un símbolo e ícono de los noventa que goza de buena salud hasta nuestros días. Ha transitado con éxito el camino de los llamados “fichines” hasta las consolas domésticas y los e-sports. Ha dejado un sello imborrable con la violencia de sus combates y sus famosos remates, los fatalities.
Sobre el cierre de los combates, el jugador podía asesinar a su rival
Pero la famosa franquicia también ha cambiado la industria del videojuego para siempre por otros motivos.
Vistamos ahora a nuestro escenario genérico presentado anteriormente. Nos ubicamos en Estados Unidos durante los noventa. Un ex jefe de gabinete estadounidense se enteró por sus hijos de la existencia del videojuego. El contenido del mismo le indignó y se contactó con el senador Joe Lieberman, quien se puso a la cabeza de un grupo de familias y políticos conservadores preocupados por las escenas que “glorifican la violencia y llevan a los jóvenes a disfrutar de actos de crueldad inimaginables”. "Estamos hablando de juegos que glorifican la violencia y llevan a los jóvenes a disfrutar de actos de crueldad inimaginables" decía Lieberman en 1993.
El resultado fue una presión estatal para que la industria del videojuego se autorregule, clasificando sus productos y orientándolos a determinados rangos etarios. Nació así la Junta de Clasificación de los Software de Entretenimiento, sobre la base de los reclamos de los consumidores. Los padres ahora estarían “avisados”. Esto trajo problemas a la gran franquicia de lucha. En algunos casos intentó adaptarse a las normativas (para poder vender a más población) eliminando la sangre que perdían los peleadores ante cada golpe y suprimiendo las propias fatalities. Pero las ventas cayeron; al público le gustaba la violencia. Por eso, los programadores “trampearon” e insertaron códigos secretos que habilitaban la sangre en esas versiones edulcoradas.
Dragon Ball es un manga y anime que se inmortalizó en la memoria de los jóvenes y los hoy no tan jóvenes. Otro ícono de los noventa, por lo menos en Latinoamérica, la historia de Goku se ha caracterizado por combinar peleas, viajes especiales y una buena dosis de humor, personificado tanto en la ignorancia de su protagonista, una especie de niño criado aislado de la sociedad, como en su maestro de artes marciales, Roshi, un viejo pervertido.
El Maestro Roshi era un experto en el combate, pero tenía una sola debilidad
Tras un largo impasse, en el cual muchos de los que crecimos con esta historia nos hicimos adultos, volvió a salir un nuevo producto televisivo sobre Goku, Dragon Ball Super. Si bien es cierto que la clase de escenas que aparece en la foto adjuntada perdieron casi totalmente el terreno en favor de los combates y “seriedad”, uno de los episodios de este revival implicó el reclutamiento del viejo maestro para un equipo de lucha. Pero, y aquí el problema, Roshi debía entrenar para controlar su perversión y no distraerse en las peleas, puesto que no se sabía quiénes serían los adversarios. De este modo, la trama del envío gira en que uno de sus amigos se transforma en una mujer, a la cual el maestro debía intentar evitar acosar, tarea en la que fracasa en varias ocasiones.
El maestro es puesto a prueba por sus amigos
En agosto de 2021, el Ministerio de las Mujeres, Políticas de Género y Diversidad Sexual de Argentina elevó una nota a la Defensoría del Pueblo reclamando por el mencionado episodio, debido a que en un canal de televisión para niños se “reproducía el ejercicio de violencia sexual por parte de un mayor hacia una menor, en un contexto de aceptación social, en el que se naturalizaba la vulneración de una niña (…) [exponiendo a menores a] violencia simbólica". El resultado de esto fue el compromiso de parte de la señal Cartoon Network de editar el episodio, censurando aquellas partes inconvenientes.
Una invitación a pensar
La anteriormente presentado no es un intento de juzgar si el accionar tomado por los funcionarios en cada caso es correcto o no. Me interesa poner la mirada en el proceder. Se trata, como queda en evidencia, de dos polos que se presentan como ideológicamente antagónicos, conservadores y progresistas. Sin embargo, accionan del mismo modo: utilizando el poder del Estado, censurando aquello que no se adecúa a los valores que defienden, endemoniando al producto. La defensa de la familia, la niñez con más precisión, los une. El fenómeno es el mismo; la indignación de la sociedad civil que lleva al funcionario a involucrarse con un fenómeno popular. ¿Alguien quiere pensar en los niños?
En una coyuntura donde todo parece que es lo mismo, no intento decir que todo es lo mismo. Pero tampoco se debe cerrar los ojos ante estos puntos en común en el proceder. Porque el problema aquí es el método, el cerramiento y la falta de diálogo con la población. No es casualidad que las franquicias de la industria cultural que más fidelidad han logrado entre sus consumidores sean aquellas que han sabido (o nos hacen creer) escuchar a las audiencias.
Esta invitación a pensar cobra valor cuando, en nuestra situación política actual, se observa un notorio hartazgo, especialmente entre los jóvenes, ante esta clase de actitudes de parte de “el poder”. Insisto con remarcar que no discuto el acierto de una medida u otra, pero es claro que este tipo de iniciativas no parecen dar resultado.
¿Hasta qué punto los valores que se pregonan entre ciertos grupos políticos no terminan siendo de consumo interno, a veces hipócrita? ¿Es posible que la imposición de los mismos se esté transformando en un fin en sí mismo, siendo visto como, valga la redundancia una imposición carente de todo proceso reflexivo? ¿Podemos afirmar que el funcionario conservador y el progresista representan en este caso dos caras de una misma moneda, que parecen buscar instaurar una especie de “dictadura moral”? Y lo que es más elemental aun ¿de verdad existe gente con poder de decisión en este mundo que todavía cree las personas se apropian sin ninguna clase de mediación y de forma autómata de los mensajes que reciben de la industria cultural?
Hace un tiempo se volvió viral el sermón del pastor evangélico Josué Yrion, en donde, entre otras cosas, consideraba a productos como Pokémon responsables de la violencia y el abuso sexual, siendo catalogados como artilugios del demonio. Aunque los videos generaron miles burlas y se trate de una iglesia identificada con el conservadurismo político y social, ¿Es posible que el progresismo se esté transformando en un Josué Yrion ateo e inclusivo?
Autor: David Ibarrola (UBA)
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https://www.clarin.com/viva/fans-toxicos-lado-oscuro-idolatria_0_HkcTizQLm.html
https://www.bbc.com/news/technology-27620071
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