Hubo un tiempo en el que la gente dormía en dos turnos: así funcionaba el *sueño bifásico en la época feudal. El historiador Roger Ekirch encontró en la Oficina de Registro Público de Londres diversos testimonios en sentencias de la época que le parecieron extraños. Ekirch había estado investigando un libro sobre la historia de la noche y varios registros que abarcaban la Edad Media y la Revolución Industrial. Mientras leía una declaración penal, dos palabras le llamaron la atención: primer sueño.
Un primer sueño tenía que implicar también un segundo sueño, ¿no?: una noche dividida en dos mitades, quizás. Ekirch amplió su búsqueda y pronto quedó claro que el fenómeno estaba más generalizado y normalizado de lo que jamás había imaginado.
El doble sueño en las fuentes
Los primeros sueños se mencionan en una de las obras más famosas de la literatura medieval, Los cuentos de Canterbury de Geoffrey Chaucer (escrita entre 1387 y 1400), que se presenta como un concurso de narración entre un grupo de peregrinos. Durante el feudalismo, dormir en comunidad era completamente normal: en las posadas, los viajeros que se acababan de conocer compartían cama, al igual que los amos y sus sirvientes.
Pero eso no es todo. Ekirch encontró referencias casuales al sistema de dormir dos veces en todas las formas imaginables, como cientos de cartas, diarios, libros de texto médicos, escritos filosóficos, artículos periodísticos y obras de teatro. La práctica, incluso, se convirtió en baladas, como Old Robin of Portingale.
Y al despertar de tu primer sueño, te prepararán una bebida caliente// Y al despertar de tu próximo sueño// Tus penas se apagarán…”
Desde las 21hs hasta las 23hs, los ciudadanos procedían a echarse en colchones rellenos de paja o trapos (o plumas, si eran ricos) listos para dormir durante un par de horas. En ese momento, la mayoría de la gente dormía en comunidad y, a menudo, se acurrucaban entre chinches, pulgas, piojos, familiares, amigos, sirvientes o extraños.
Las niñas generalmente se acostaban a un lado de la cama, más cerca de la pared, seguidas por la madre y el padre, luego los niños varones, nuevamente ordenados por edad, y luego los miembros que no eran familia.
Un par de horas más tarde, la gente comenzaba a despertarse de este sueño inicial. La vigilia nocturna generalmente duraba hasta la 1hs, y no era causada por ruido u otras perturbaciones en la noche, ni tampoco era iniciada por ningún tipo de alarma. En cambio, ocurría de forma completamente natural, tal como lo hacemos ahora por la mañana.
Este tiempo intermedio era muy útil para hacer cosas. Los textos describen cómo la gente hacía casi cualquier actividad después de despertarse de su primer sueño. Bajo la luz de la luna, las estrellas y las lámparas de aceite o "luces de juncos", la gente se ocupaba de las tareas ordinarias, como echar leña al fuego, tomar medicinas o ir a orinar.
La actividad nocturna
Para los campesinos, despertarse significaba volver a dedicarse a un trabajo más serio, ya fuera para aventurarse a vigilar a los animales de la granja o para realizar tareas domésticas, como remendar telas, peinar lana o pelar los juncos para quemarlos. Pero también fue un tiempo para la religión. Los cristianos tenían oraciones elaboradas y específicas prescritas para este período exacto de tiempo.
Pero, sobre todo, ese tiempo era útil para socializar y para el sexo. Como explica Ekirch en su libro, la gente a menudo se quedaba en la cama charlando. Y durante esas extrañas horas del crepúsculo, los compañeros de cama podían compartir un nivel de informalidad que era difícil de lograr durante el día. Como los esposos y esposas tenían que compartir una cama con otros, también era un intervalo conveniente para la intimidad física: si habían tenido un largo día de trabajo, el primer sueño les quitaba el cansancio, y el período posterior era un momento excelente para concebir.
Más tarde, las personas regresaban a la cama para proceder a su sueño "mañanero", que duraba hasta el amanecer.
Tiempos de cambios
La organización del tiempo nocturno durante el periodo feudal no era casual. Formaba parte de la vida cotidiana del medioevo en donde las familias distribuían sus horarios en función de las tareas domésticas, el trabajo en su tierra y las labores en los terruños o talleres señoriales o eclesiásticos. En esa época, tanto la campana de la iglesia como el gallo en la aldea marcaban los ritmos del día.
Con el advenimiento del capitalismo, la introducción del sistema fabril y la proletarización del campesinado la organización del día se vio fuertemente trastocada al igual que el núcleo familiar. El tiempo pasó a estar cronometrado y el gallo fue paulatinamente remplazado por el reloj. La nueva concepción sobre la individualidad motivo la separación del hogar en unidades habitacionales, y tanto las parejas como los niños, podían gozar de privacidad. El campanario de la iglesia solo sonaría los días de misa, mientras que las alarmas y los ruidos de las chimeneas de las fábricas pasaron a convertirse en el símbolo de la vida rutinaria de la población.


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