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Tomar los castillos por asalto

Las “jacqueries” fueron el nombre con el que se popularizó a las revueltas campesinas a finales de la Baja Edad Media. A través de este escrito, pretendemos no solo reconstruir los orígenes del primer levantamiento aldeano de estas características sino de ubicarlo en el contexto histórico que caracterizó al convulso siglo XIV. A su vez, y como es costumbre en nuestras publicaciones, invitamos al lector a jugar con los paralelismos entre los motivos que suscitaron aquellas insurrecciones con su complejo presente.



Jacques Bonhomme

No podemos reconstruir los sucesos ocurridos en la capital francesa sino comprendemos la dinámica interna de la sociedad medieval de mediados del siglo XIV. El paisaje rural de la región gala se caracterizaba por la injerencia de los señores feudales sobre la vida campesina para someterlos a la servidumbre y, así, incrementar sus tierras. Esta situación derivó en una falta de tierras disponibles y la pulverización de las explotaciones aldeanas en detrimento del señorío feudal. 

A cambio de una protección legal y militar, el siervo debía abonar la renta por el usufructúo de las tierras señoriales, necesarias para garantizar su subsistencia. Sin embargo, la crudeza de la relación social entre el señor y los siervos se reflejaba en la presión por obtener un mayor número de banalidades (exacciones por el uso del molino, autorización de casamientos, peajes, etc.) que se pueden visualizar en una estrofa del “Lamento de los villanos de Verson

Si sus tierras pagan el champart

Van a buscar a quien lo recibe

Y se lo llevan con gran pena;

Si el villano entrega menos cereal que el debido

El encargado de recibir el champart lo deshonra

Y le aplica una fuerte multa;

Una vez que ha cumplido con el servicio

Carga el champart en su carreta



La explotación de los siervos venía acompañada de un desprecio profundo por parte de los sectores elitistas hacia su condición de pobre y marginado de los estratos sociales. Los intelectuales de aquellos tiempos se repartían los epítetos para referirse a este sector del campesinado como inútiles al mundo, trúhanes, rufianes y hombres de miembros contrahechos, llenos de pecados y vicios. De manera burlona y despectiva, la nobleza tildaba a sus siervos como Jacques Bonhomme en alusión a las chaquetas (jaque en francés, jacket en inglés) que caracterizaban su vestimenta típica. A partir del nombre de esta prenda se pondrá título a una de las revueltas más importante de la historia medieval europea. 

No hay guerra que dure más de cien años

Como todo escenario bélico, la guerra de los cien años (1337-1453) causó verdaderos estragos en las áreas rurales además de las finanzas francesas. Las regiones conocidas como la Isla de Francia, París y Normandía se caracterizaban por un escenario apocalíptico donde arreciaba la destrucción de las propiedades campesinas, el hambre y las pestes y el aumento de la mortandad de la población. Conocida como la “Hiroshima del norte francés, Normandía exhibía un balance marcado por el pesimismo: entre 1314 a 1400 la población se había reducido alrededor de un 72%. 



Para solventar los costos de la guerra, Carlos, el delfín de Francia, decretó el aumento de la taille, un impuesto que los campesinos abonaban per cápita. En la misma medida, la nobleza del norte francés no pretendía ceder sus privilegios y la recaudación de las rentas. En una situación de carestía, muerte y desolación, las presiones señoriales y del rey fueron el detonante de las jacqueries. Los campesinos se levantaron en armas contra los nobles, comenzaron a ocupar las tierras e incendiaban los castillos, el símbolo de la opresión. Jean Froissart, un cronista e historiador francés, describe los sucesos acontecidos en París como una “gran tribulación”: 

Algunas gentes de las viñas campesinas se reunieron sin jefe en Beauvaisis. Al principio no eran ni cien hombres, y dijeron que todos los nobles del reino de Francia, caballeros y escuderos traicionaban al reino y que sería gran bien destruirlos a todos. […] Todos estos criminales reunidos, sin jefe y sin armaduras, saqueaban y lo incendiaban todo, matando a todos los gentileshombres que encontraban, forzando a damas y doncellas sin piedad y sin merced como perros rabiosos. […] Entre ellos tenían a un rey al que llamaban Jacques Bonhomme, que era, como entonces se decía, de Clermont en Beauvaisis, y lo eligieron el peor de los peores.

 Lejos de atenuarse, las insurrecciones se extendieron a lo largo de la campiña francesa. A través de un método asambleario, los rebeldes se reunían y formaban grandes bandas que lograron reunir alrededor de cinco mil miembros. Entre los cabecillas del movimiento se encontraban campesinos adinerados o pequeños comerciantes. 

Aterrorizada, la nobleza acudió al rey solicitando su intervención lo cual se tradujo en su posterior subordinación política. Ante el problema de reclutar campesinos para constituir un ejército y reprimir el movimiento, el Estado francés contrató mercenarios italianos e ingleses, el primer ejército profesional de los futuros Estados absolutistas. El rey Carlos II invitó a parlamentar a los líderes campesinos para tenderles una emboscada, torturarlos y ejecutarlos brutalmente. Ante la falta de liderazgo, las jacqueries quedaron a merced de las huestes militares y fueron reprimidas brutalmente. Para aleccionar a las comunidades de osar una nueva insurrección, el ejército ahorcaba a una cantidad de aldeanos.   

¿Levantamiento clasista?

Los historiadores no se ponen de acuerdo al caracterizar la potencialidad de las jacqueries ¿se trató de una simple insurrección espontánea frente a determinadas demandas insatisfechas o tuvo un potencial carácter revolucionario que puso en entredicho el armazón político feudal? 

                        

Guy Fourquin sostiene que las jacqueries se inscribieron en una coyuntura histórica marcada por una serie de estallidos sociales frente a las dificultades económicas y los mecanismos de exacción del sistema feudal. Destaca que el pliego de demandas de los campesinos se basaba en mantener sus derechos propietarios o rechazar las exacciones. En la misma línea argumentativa, Rodney Hilton afirma que los siervos sublevados no buscaban alterar el orden natural de la relación con el señor feudal basado en el pago de la renta. Sino que se rebelaban contra las banalidades lo cual la consideraban como un abuso. Por lo tanto, el levantamiento reflejaría una suerte de conciencia negativa cristalizada en la figura de sus enemigos: los nobles. 

Justamente por su carácter antinobiliario,  Hilton agrega que el grado de efervescencia que caracterizó a las jacqueries no debe menospreciarse dado que expresaban el antagonismo social que caracterizó al sistema feudal y las instituciones que la representaban. También nos invita a leer en profundidad acerca de la potencialidad política de un movimiento que comenzó en una pequeña localidad rural francensa para extenderse por todo el país y gran parte del continente europeo.


Léase

Bois, G. (2009). La gran depresión medieval: siglos XIV-XV. El precedente de una crisis sistémica, Universitat de Valencia.

Fourquin, G. (1974). “Los levantamientos ligados a la coyuntura”, Los levantamientos populares en la Edad Media, Edaf.

Hilton, R. (1988). “Una crisis en el feudalismo”, en T. H Ashton y C.H.E Philpin (eds.) El debate Brenner. Estructura de clases agraria y desarrollo económico en la Europa preindustrial, Editorial Crítica, pp. 144-163.

(2020). Siervos liberados. Los movimientos campesinos medievales y el levantamiento inglés del 1381, Ediciones Siglo Veintiuno.  

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