El objetivo del presente trabajo es analizar dos aspectos fundamentales para comprender la dinámica que adquirió la lucha de clases en Estados Unidos a principios de los años 30’. Uno de ellos, se vincula con el carácter de la Sección 7(a) de la Ley de Recuperación Industrial Nacional (NRA) que establecía el derecho de los trabajadores a sindicalizarse. El otro aspecto, se relaciona con los rasgos de la organización sindical del Local General 574 del sindicato de camioneros de Minnesota (Teamster) como expresión del auge en los conflictos laborales que se desplegó en el período 1933-1937.
Crisis y New Deal
La crisis de la economía estadounidense que se inició en 1929 alcanzó su punto de mayor depresión en 1932. Este proceso marcó la progresiva decadencia de un modelo de acumulación caracterizado por la escasa participación directa del estado en la economía, y el control directo del proceso de trabajo por parte del capital.
La homogeneización que afectó el proceso de trabajo y la estructura de los mercados de trabajo posibilitó a la burguesía debilitar la resistencia del movimiento obrero y aumentar su tasa de beneficio. Sin embargo, a finales de la década del 20’ la rigidez del control directo y la competencia externa en el mercado de trabajo marcaron los límites de esta estructura social de acumulación y determinaron una profunda transformación.
El período entre 1932 y 1945 se caracterizó por el desarrollo de dos procesos paralelos; por un lado, la declinación del modelo de acumulación basado en la homogenización, por el otro, la construcción de una nueva estructura social de acumulación apoyada en la segmentación del proceso de trabajo y los mercados de trabajo.
El New Deal constituyó un intento por reactivar la economía y contener el conflicto social. En cuanto al primer objetivo, nunca se logró una recuperación plena de la economía hasta después de la segunda guerra mundial, pero las políticas que se implementaron aseguraron la supervivencia de la propiedad privada y el capitalismo corporativo. El estado desarrolló políticas activas de intervención en el ciclo económico aplicando políticas de tipo keynesianas. Derivando hacia la población una masa de recursos (a partir del aumento del gasto público) con el fin de fomentar el consumo se buscaba una mayor demanda y producción. La reestructuración del sistema financiero y bancario, las medidas relacionadas con la actividad agrícola y la industria; y la construcción de un sistema de seguridad social relativamente amplio expresaron un compromiso mucho mayor del estado en la economía en comparación con el anterior modelo de acumulación.
En su segundo objetivo el New Deal alcanzó un éxito mucho mayor. En primer lugar, el estado actuó como intermediario en el ascendente conflicto entre capital y trabajo. Por una parte, las amplias políticas de seguridad social establecidas por Roosvelt, mejoraron la situación material de una parte considerable de la clase obrera y debilitaron su tendencia a medidas de acción directa contra el capital. Por otra parte, desde el estado se fomentó la sindicalización y la negociación colectiva dentro del marco institucional que representaban la A.F.L. y, más tarde, el C.I.O.
Esta eficiencia del New Deal para contener el descontento de los trabajadores dentro de las organizaciones sindicales fue parcial en el período 1933-1937 caracterizado por una profunda conflictividad laboral.
Rasgos de la lucha obrera (1933-1937)
En primer lugar, la base de trabajadores que constituyó el componente más combativo se caracterizó por pertenecer a la segunda generación de inmigrantes y realizar actividades poco calificadas. Se trataba, sobre todo, de población urbana muy pobre que fue afectada gravemente por la caída salarial y el aumento del costo de vida.
En segundo término, las demandas de los trabajadores apuntaban sobre todo a la democratización de los lugares de trabajo. El fin de la represión y los abusos que sufrían por parte de los capataces y supervisores, la desaceleración en el ritmo de trabajo y el reconocimiento de sus organizaciones eran el núcleo de las protestas.
Por último, las organizaciones que llevaron adelante las huelgas más importantes eran producto de una militancia de base alejada de los rasgos pro-patronales que expresaba la AFL.
La dirigencia de estas organizaciones sindicales provino de cuadros revolucionarios comunistas, trotskistas, wobblies y musteitas; como así también, de grupos de trabajadores altamente calificados y con gran experiencia que se radicalizaron a causa de la pérdida de privilegios que implicó para ellos la Depresión y la Homogeneización del proceso de trabajo.
Más allá de la tendencia a la colaboración entre los trabajadores y los patrones que planteaba la AFL, la articulación de los distintos factores arriba expuestos derivó en una explosión de huelgas urbanas dirigidas por grupos de izquierda en 1934: la huelga del ramo automotor en Toledo dirigida por los musteitas, el conflicto de los trabajadores marítimos de San Francisco encabezado por los comunistas; y las sucesivas huelgas de los camioneros de Minneápolis orientadas por la Liga Comunista de raíz trotskista.
La rebelión de Minneápolis
En 1934 estalló la tercera de una serie de huelgas de camioneros que sacudieron a la ciudad de Minneápolis.
La organización de un nuevo tipo de sindicato impulsada por la Liga Comunista de Minneápolis, había logrado un avance decisivo cuando triunfó en la huelga del carbón de febrero de 1934. Desde ese momento, luego de décadas de derrotas de los trabajadores bajo la dirección de los burócratas impuestos por la AFL, se generó un entusiasmo general que llevó a una sindicalización masiva.
Esta movilización obrera decretó la victoria de la huelga de camioneros del mes de mayo, en donde los enfrentamientos entre los matones de la patronal y la policía, por una parte, y los trabajadores, por la otra, alcanzó un carácter sumamente violento. La resolución de este conflicto tenía como eje el reconocimiento de la organización sindical local, que, aunque estaba ligada formalmente a la AFL, planteaba una sindicalización por rama de industria frente a la división por oficios que imponía la central sindical.
La clase dominante norteamericana adoptó diferentes posiciones que frente a la Sección 7(a). Los sectores más lúcidos del capital comprendieron que la ambigüedad de esta legislación dejaba abierta la posibilidad de contener el conflicto en negociaciones colectivas en donde el peso de las organizaciones obreras era mínimo. No obstante, la intransigencia de los capitalistas en Minneápolís es clara.
Esta rigidez patronal, acompañada de la feroz represión a los obreros, obligó a la AFL, el representante del gobierno y al gobernador Olson a sostener que el reclamo de los trabajadores era legítimo. Esta coyuntura le permitió al sindicato local lograr cierta tolerancia de parte del gobierno federal y estadual, mientras enfrentaba el hostigamiento de la policía local y los matones que le respondían a los patrones.
Un aspecto clave fue la avanzada estructura de lucha y resistencia que establecieron los trabajadores durante la huelga. El rasgo clave para el éxito de la huelga estuvo dado por los piquetes de huelga fijos y móviles. La eficiencia de la coordinación centralizada en el comité central del sindicato y la precisión militar en la distribución de los mismos fue fundamental.
Otro aspecto central en la organización de la huelga estuvo dado por los acuerdos alcanzados por el sindicato local con los trabajadores desempleados, y otros sindicatos. Esto les dio a los huelguistas un apoyo concreto decisivo para resistir en la lucha.
También es destacable el papel que jugaron las mujeres de los huelguistas en cuanto al abastecimiento y la atención médica de los heridos en los sucesivos enfrentamientos. Otro rasgo importante se refiere al desarrollo de órganos de difusión propios por parte de los obreros, claves para contrarrestar las difamaciones que vertía la prensa patronal.
Conclusión
Con respecto a la Sección 7(a) de la NRA, el conflicto que relatamos muestra la resistencia de sectores de la clase dominante norteamericana al reconocimiento de los sindicatos de los trabajadores. Esta actitud provino de aquellos sectores del capital caracterizados por un control casi dictatorial del proceso de trabajo. La intermediación que intentó establecer el New Deal chocó, en este y otros casos, con la intransigencia de la patronal y la creciente combatividad y confrontación por parte de los obreros. Estas limitaciones de la legislación se vinculan con el desgaste del primer New Deal y el denominado “giro a la izquierda” que se dará en 1935.
Con relación a la organización obrera, pudimos ver el grado de disciplina y eficacia que alcanzaron los obreros de Minneápolis en su confrontación contra la patronal. En este sentido, la influencia profunda de la Liga Comunista en el conflicto y el carácter extremadamente violento de los enfrentamientos denotan el potencial altamente revolucionario y anticapitalista que tuvo esta lucha.
Al haber podido zafar de la burocracia de la AFL y lograr una construcción sindical autónoma, en el contexto de un ascenso de la lucha de clases, el Local General 574 del sindicato de camioneros de Minnesota (Teamster) fue una organización que potencialmente se orientaba a avanzar sobre los límites impuestos por la Sección 7 (a) y las políticas reformistas del New Deal .
Léase
Charles Selliers, Henry May, Neil McMillan. Sinópsis de la historia de los Estados Unidos, Buenos Aires, Editorial Fraterna, 1988.
David Gordon, Richard Edwards y Michael Reich. Trabajo segmentado, trabajadores divididos. La transformación histórica del trabajo en los Estados Unidos , Madrid, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, 1986.
Solow Hebert, “War in Minneapolis”, The Nation, edición del 8 de agosto
de
1934. http://newdeal.feri.org/texts/233.htm
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